La propiocepción es la capacidad del cuerpo para percibir su posición, movimiento y equilibrio en el espacio. Es un sentido interno que nos permite ser conscientes de la posición de nuestras extremidades y de cómo se mueven, incluso sin mirar. Este sentido es fundamental para realizar actividades cotidianas y deportivas, ya que nos ayuda a coordinar movimientos y a mantener el equilibrio.

A diferencia de los cinco sentidos de exterocepción, visión, gusto, olfato, tacto y audición, con los que percibimos los estímulos del mundo exterior, la propiocepción es un sentido de interocepción, es decir, nos informa del estado interno de nuestro organismo.

¿En qué se basa la propiocepción?

Se basa en la información que reciben los receptores sensoriales, denominados propioceptores (neuronas mecanosensoriales), ubicados dentro de los músculos, tendones y articulaciones.
Su función principal es detectar cambios en la posición y el movimiento del cuerpo, así como la tensión y la longitud de los músculos. Cuando nos movemos, estos receptores envían información al sistema nervioso central, y esto nos permite tener conciencia de la posición de nuestras extremidades para así poder coordinar nuestros movimientos de manera efectiva.

Existen varios tipos de propioceptores, entre los que se incluyen:

1. Husos musculares: también conocidos como husos neuromusculares, son estructuras sensoriales que se encuentran dentro de los músculos esqueléticos. Su función principal es detectar cambios en la longitud del músculo y la velocidad a la que estos cambios ocurren. Los husos musculares están compuestos por fibras musculares especializadas llamadas fibras intrafusales, que están rodeadas por una cápsula. Estas fibras son diferentes de las fibras musculares extrafusales, que son las que generan la contracción muscular.

2. Órganos tendinosos de Golgi: Detectan la tensión en los tendones. Los órganos tendinosos de Golgi están formados por fibras nerviosas que se enrollan alrededor de las fibras colágenas de los tendones. Cuando el músculo se contrae y aumenta la tensión en el tendón, el órgano tendinoso de Golgi se activa. A medida que la tensión aumenta, estas fibras sensoriales envían señales al cerebro, indicando que el músculo está sometido a una carga.

3. Receptores articulares: son un tipo de propioceptor localizado en las articulaciones, cuya función principal es proporcionar al sistema nervioso central información sobre la posición, el movimiento y la tensión de las articulaciones.

Mejorar la propiocepción puede ser beneficioso para la rehabilitación de lesiones, el rendimiento deportivo y la prevención de caídas, especialmente en personas mayores. Ejercicios como el equilibrio en una pierna, el uso de superficies inestables o actividades que requieren coordinación, pueden ayudar a desarrollar y fortalecer este sentido.

La información que proporcionan los propioceptores es crucial para mantener el equilibrio, la postura y la coordinación, y juega un papel importante en la prevención de lesiones
¿Cómo funciona el mecanismo de propiocepción?

1. Estimulación: Cuando te mueves, los músculos se estiran o contraen, y las articulaciones cambian de posición. Esta acción provoca que los propioceptores se estimulen. Por ejemplo, los “husos musculares” se activan cuando un músculo se estira.

2. Transducción: Los propioceptores convierten el estímulo físico (como el estiramiento o la tensión) en señales eléctricas. Esto se realiza a través de células especializadas que responden a cambios en la longitud o la tensión.

3. Transmisión: Las señales eléctricas generadas por los propioceptores se envían a través de las neuronas sensoriales hacia la médula espinal y el cerebro. Esto permite que el sistema nervioso central reciba información en tiempo real sobre la posición y el movimiento del cuerpo.

4. Procesamiento: Una vez que la información llega al cerebro, se procesa y se interpreta. Esto nos permite tener conciencia de la posición de nuestras extremidades y coordinar movimientos de manera efectiva.

5. Respuesta: Basándose en la información recibida, el cerebro puede enviar señales de vuelta a los músculos para ajustar la postura o el movimiento, ayudando a mantener el equilibrio y la coordinación.

En resumen, los propioceptores son esenciales para que podamos movernos de manera controlada y consciente, y para prevenir lesiones al permitirnos reaccionar rápidamente a cambios en nuestra posición.

¿Cómo se trabaja la propiocepción?

Si necesitas este tipo de trabajo, seguro que tu médico traumatólogo y el fisioterapeuta te darán unas buenas pautas de trabajo adaptadas a tus requerimientos. Aquí os dejamos unos ejercicios genéricos que pueden ayudar mucho para mejorar la propiocepción, siempre que estés en una forma física que te permita llevarlos a cabo.

Ejercicios de equilibrio: empezar con ejercicios simples de equilibrio, como mantenerte de pie sobre una pierna. Idealmente al lado de una superficie donde agarrarte por si te falla el equilibrio y que evite que te caigas. Puedes aumentar la dificultad cerrando los ojos o usando una superficie inestable, como una almohadilla de equilibrio como las que se tienen en los gimnasios.


Ejercicios de propiocepción: Realiza ejercicios que desafíen tu sentido de la posición. Por ejemplo, puedes intentar caminar sobre una línea recta sin desviarte.
Fortalecimiento muscular: Fortalecer los músculos alrededor de la articulación lesionada es crucial. Incorpora ejercicios de fuerza que se enfoquen en los músculos que soportan la articulación afectada. En este caso es importante una supervisión del especialista (médico o fisioterapeuta) que te enseñe qué músculos debes potenciar y cómo hacerlo correctamente


Movilidad articular: Asegúrate de trabajar la movilidad de la articulación lesionada. Esto puede incluir estiramientos suaves y ejercicios de rango de movimiento. Con las mismas precauciones que en el caso anterior
Progresión gradual: A medida que vayas mejorando, aumenta la dificultad de los ejercicios. Puedes incorporar actividades más dinámicas, como saltos o cambios de dirección, repetimos, siempre bajo la supervisión de un profesional.
Uso de herramientas: Considera el uso de herramientas como balones de estabilidad, tablas de equilibrio o bandas elásticas para añadir un desafío adicional a tus ejercicios.
Práctica regular: La clave para recuperar la propiocepción es la práctica constante (como casi siempre en todo). Dedica tiempo cada día a realizar ejercicios específicos.
Escucha a tu cuerpo: Presta atención a cómo se siente tu cuerpo durante los ejercicios. Si sientes dolor o incomodidad, es importante detenerte y revisar qué puedes estar haciendo mal consultando a un profesional.

Recuerda que la recuperación puede llevar tiempo, así que sé paciente contigo mismo.

Desde Espai Manual os animamos a mejorar esas alteraciones, que no son graves, y que ya forman parte de la propia idiosincracia, pero que sin darnos cuenta nos van limitando y empeoran nuestra calidad de vida. Si nos hacemos responsables de nuestra salud y le dedicamos tiempo, un poco de esfuerzo y constancia, los resultados pueden ser espectaculares.

Arseni Sánchez y Marifé López
Espai Manual 

 

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